La memoria: mi cuerpo

Ayer en la Conexión NEF tuve como invitada a Chío, una de mis enfermeras de hemodiálisis, hablamos de cómo hacer equipo entre profesionales de la salud y los pacientes para evitar complicaciones. De repente, sin darme cuenta cómo, abrí la puerta a los días de la isla de hemodiálisis. Pude sentir como se erizaba mi piel cuando hablamos de cuando se coagula el sistema, un cosquilleo en las pantorrillas cuando dijimos la palabra calambre. El hueco en el estómago al recordar a aquellos compañeros que ya habían perdido su corporeidad y volví a agradecer ser carne, huesos, fluido en reinvención constante.

Las semanas anteriores estuve e idas y venidas al Instituto de Nutrición, había sospecha de trombo, dolor en la pierna y donde está kidnecito, después de varios estudios, el tratamiento fue un anticoagulante leve y listo. Me cuesta trabajo externar cuando alguna complicación me pone en pausa. Me confronta ver cómo mi cuerpo no responde al ritmo que me gustaría, cómo se vuelve torpe y lacio de repente. Necesito los días para digerir esos silencios mientras hacen el ultrasonido o sacan sangre para leerlo y reconocerlo desde nuevos ángulos. Entonces rezo con todas mis fuerzas para que los miedos no crezcan.

Hay jueves del mes séptimo en que la pierna izquierda se desconecta y me caigo, hay jueves en que también me levanto con la otra pierna y con las manos que generosas me reciben y me dicen por dónde. Camino lento de la Unidad de Pacientes Ambulatorios de Nutrición al Laboratorio y voy agradeciendo cada paso. 

Este cuerpo que miro en el espejo está lleno de mapas donde el único tesoro es respirar, a él le agradezco hoy cada centímetro, cada sensación regalada y la magia de sus ciclos que lo hacen restaurarse. Hoy le nutriré con amor, respeto y pura cosa buena y rica 🙂 en su honor bailaré descalza, porque poderlo hacerlo es un privilegio que a veces olvido.

10 años

Ayer se cumplieron 10 años que mis riñones niños tomaron protagonismo. Antes de 2011 nunca imaginé que el tema salud ocuparía un lugar tan importante en esta vida. Hace una década que la enfermedad renal me enseñó el significado y las fugas de lo crónico. Ayer tuve un día full de trabajo, no hubo tiempo de comer, de repente me descubrí en las obsesiones de antes, la adicción a cumplir con el deber ser aunque a tramos me olvide de lo fundamental y ese ir y venir con mis tres riñones (los niños y el nómada -kidnecito-) de repente la luz sobre las montañas y las nubes cargadas me llevaron a otra ventana donde mis amarras eran otras, y sin decir agua va las imágenes de los días primeros del diagnóstico se precipitaron:

  1. Hora de dormir, al día siguiente entraré a quirófano para el primer catéter, no puedo cerrar los ojos, me hago bolita sobre el lado izquierdo, después me acuesto boca abajo, estas posiciones serán exiliadas durante un largo trayecto hasta que aparezca la fístula.
  1. El miedo al agua, es muy dulce el agua, no he dormido para no despertar con miedo y sin embargo él sigue aquí… decía uno de mis textos antes del diagnóstico y de repente ahí estamos, en el temor a que el agua humedezca los alrededores del catéter, el pánico a que el agua llene los pulmones, la falta de aire cuando la inundación hincha pies y manos.
  1. Es mi primera hemodiálisis consciente, tengo náuseas, siento que voy a vomitar, la enfermera se acerca y me dice que si quiero un riñón. Yo no entiendo nada. Claro que quiero uno, como todos los que estamos conectados. No contesto, ella se va y regresa, con un recipiente plateado con forma del órgano más deseado para que pueda yo vaciar ahí el estómago, entonces aprendo que un riñón también es uno de sus instrumentos de trabajo.
  1. Un impermeable rosa, con él me baño los primeros días, porque solo así confío en que mi catéter estará a salvo.
  1. Un vestido envolvente que compré un invierno en Francia, se llena de sangre en el pecho en la primera salida, descubrimos que el catéter tiene una fuga.
  1. Mi hermano con una mirada que nunca le había visto cuando es testigo de esa fuga persistente de sangre. Mi hermano dispuesto a darme su riñón.
  1. Mi mamá dormida en el sillón frente a mi cama de hospital, mi mamá alimentándome, mi mamá llorando cuando no me doy cuenta. Mi mamá deteniéndome cuando vuelvo a caminar. Mi mamá enseñándome cómo ser vulnerable.  
  1. En el consultorio donde el doctor nos dice que tengo insuficiencia renal terminal hay un cuadro donde se ve el mar. Cuau se vuelve líquido a mi lado y aun así me sostiene.

Con la definición de qué le pasaba a mi cuerpo, empezó este camino, donde aprendí nuevos lenguajes, donde las palabras tomaron sentidos diferentes a los que había sido hasta ese 28 de junio de 2011. Supe que era suficiente y sana, solo que tenía unos riñones niños que necesitaban de una máquina para dejarme seguir. Supe del amor renal, de las complicidades médicas y de lo que realmente es indispensable. 

Y así que este sexto mes, agradezco estos 10 años con una condición que me conecta con lo vital, con lo verdadero, con la plenitud de estar y agradecer este tiempo de cielos con presagio de tormenta que me deja saber que sea lluvia o sol todo estará bien mientras sea… Agradecer lo imperfecto, la incertidumbre, los temores, las bifurcaciones porque sin cada uno de ellos estaría incompleta y este martes que atardece me sé enterísima.

Gracias diagnóstico por entrenarme para lo impredecible.

Las celebraciones

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Hace seis años el 28 de junio fue martes, creo que también amaneció lloviendo, recuerdo que Cuau me llevó al doctor porque tenía varios días con vómito, yo me resistía, juraba que el malestar era resultado de un antibiótico recetado para una infección en vías urinarias.

La debilidad se había adueñado de cada centímetro de mi cuerpo y en ese punto no toleraba ni el agua, devolvía todo. Una semana antes había ido con el mismo doctor, fue él quien detectó que la presión estaba fuera de parámetros. Mandó a hacerme análisis porque sospechó que había un problema o en el corazón o en los riñones.

Esa mañana repetimos los análisis, me pusieron suero y esperamos. Poco después del mediodía, el doctor entró a la salita donde Cuau y yo confiábamos que apenas terminara la solución salina podríamos ir a casa. Cerró la puerta y nos dijo que lo que yo tenía era insuficiencia renal crónica.

 

De ese momento, 2,190 días después solo me quedan algunos trozos de imágenes y sonidos: un cuadro de una mujer desnuda y de espaldas que tirada sobre la arena se abstrae en el mar, la mirada de Cuau sosteniéndome, la voz metálica del doctor cuando pronunció el diagnóstico y el grito de un niño en la habitación de junto que se negaba a que le sacaran sangre y repetía con insistencia «no quiero, no quiero». Yo tampoco quería.

La insuficiencia llegó contundente como esos silencios que lo trasforman todo. Al día siguiente tuve mi primera ida al quirófano, el primer catéter, la primera sesión de hemodiálisis. El primer mirar a los ojos al miedo más antiguo, el más arraigado: repetir la historia paterna.

 

………

 

Hace 9 meses, el 28 de septiembre fue miércoles como hoy. El día amaneció perfecto sin mucho sol ni mucho frío. Estaba lista para mi última sesión de hemodiálisis, porque a las cinco llegaría kidnecito a liberarme de la máquina, a devolverme la energía, a reconciliarme con lo fallido, a hacerme suficiente, a aliviar mi sed.

………..

El diagnóstico trajo aprendizaje, me entrenó en lo que de verdad me importaba cada segundo. Tengo tanto que agradecerle a estos seis años. La nueva condición me dio lecciones de amor, de fortaleza, de límites, de flexibilidad, de explorar territorios que no había siquiera imaginado.

El trasplante me trajo el gozo más absoluto y un compromiso nuevo que ni siquiera puedo verbalizar.

 

Hoy celebro las sorpresas que han tenido para mí los días 28, un 28 nació mi mamá y mis nuevas vidas, la que me hizo extrañar el agua y la que me devolvió a ella. Así fluyo este miércoles en que paso la mañana con Yuyi, la acompaño a sus análisis y me regala varias horas de dejarnos estar la una con la otra, de disfrutar nuestro vínculo de amor renal.

La belleza en esta tarde líquida es solo estar.

Medio año

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Para Yuyi Morales y Linda Primas, dadoras de vida

Hace seis meses estaba en la antesala al renacimiento. Iba rumbo al quirófano cobijada por los buenos deseos y la apuesta de familia, amigos, doctores y gente que no conocía que habían sumado para lograr juntos que ir a la máquina fuera cosa del pasado, que creían que la hora de empezar una nueva vida libre de hemodiálisis había llegado.

Han sido 180 días de nuevos aprendizajes y asombros. Y otra vez el cuerpo enseñándome a escucharlo, entre doctores y análisis vamos descifrando lo que tiene que decirme. Ajustando las dosis de los inmunosupresores para hallar el equilibrio. Sabiendo que las pastillas verdes me sueltan el estómago, que las blancas pequeñitas me dan pesadillas si las tomo en la noche, que al Tracolimus hay que hacerle marcaje personal porque se sale de rango cuando se cambia del genérico, entendiendo su inestabilidad y tratando de acoplarme a ella.

Estos días he estado despertando con el canto de los pájaros, apenas abro los ojos lo primero que pienso es que no puedo creer que viva en una de las ciudades más grandes y contaminadas y que los pájaros insistan en cantar, esa necedad, esa necesidad, me hace sonreír, me identifico con esas ganas de arrancar el día así, cantando.

Desde que kidnecito llegó, de los muchos privilegios obtenidos uno de los que más disfruto es el de quedarme en cama un poquito más, no tengo que salir corriendo a conectarme para seguir, no temo quedarme dormida, pero desde hace una semana volví a a despertar a la misma hora de antes (la culpa es de los pájaros) y recuperé ese descubrir cómo va el sol de tímido a descarado.

La energía regresó, la salud es real y el gozo también. Después del trasplante subí algunos kilos, pero ayer por fin me quedó mi pantalón de antes de que kidnecito llegara. Tengo una cicatriz que lo único que señala es el sitio exacto donde se plantó el amor para hacerme fluir de nuevo.

Y aunque hay muchos corazones detrás que ayudaron a que kidnecito y yo encontráramos la manera de hacernos uno, hoy quiero agradecer a mis dadoras de vida: Yuyi y Linda.

A Yuyi por su belleza, por su amor tan grande que dio un órgano para que yo conociera la libertad, por su sabiduría para ayudarme a creer que este era el tiempo adecuado, por acompañarme en este viaje al encuentro de mi vida, no podía tener mejor cómplice para esta travesía, por llevarme de la mano hacia un final feliz, por su entrega tan absoluta que abrió su piel para que mi destino alumbrara.

A Linda, por su fe, por el amor a su hijo que hizo que su riñón me dé tanta dulzura, tanta belleza, tanta energía. Por permitir que un pedacito suyo ahora lata en mi lado izquierdo, por su desprendimiento, por sin saberlo reconciliarme con mis temores, por enseñarme cómo hay algo más grande que nosotros que ya sabe cómo hallar el camino para llevarnos a donde corresponde, porque aún sin habernos visto nunca personalmente, hemos tenido el encuentro más afortunado, el de la donadora y el receptor.

Yuyi y Linda, gracias por darse de la manera más profunda, hace seis meses ya que me abrí para fundirme con el regalo más esperado, el más hermoso, el que me sigue enseñando todos los días donde está lo importante.

Martes de celebrar que seguimos siendo canto y baile y luz y agua.

Día extraño 


Desperté poco después de las 5, en realidad no dormí mucho, porque desde el viernes se descaró la primera gripe después del trasplante, le escribí a mi doctor el sábado pero la indicación fue si no hay fiebre no hay que ir a urgencias, así que me quedé en casa con todo el kit de molestias que hace siglos no sentía, volví a tener aquel cansancio que me acompañó quedamente durante los últimos tiempos hasta que kidnecito vino a salvarme de esa agresión en voz baja que es la insuficiencia.

Hoy tenía los temidos análisis en el Hospital de Nutrición y después una grabación para un documental que están haciendo sobre la cadena de trasplantes, me había dicho Iván, el creador de la pieza, amigo y ex jefe, que si podíamos hacer unas tomas en la clínica de hemodiálisis y le dije que sí sin pensarlo demasiado, me imaginaba que me grabarían entrando y saliendo de la clínica del Hospital de Nutrición.

Tomaron las muestras en el laboratorio y después nos fuimos a la oficina del doctor Correa, a quien también iba a entrevistar. Oírlo hablar de mi caso, recorrer la historia con sus palabras, andar por esos años en seis preguntas, me hizo sentir la primera descarga eléctrica, estoy acostumbrada a decirme, a contarla, pero desde la mirada de otro algo pasa que se dimensiona distinto, los términos médicos le daban una verosimilitud que no me dejaban mucho margen de maniobra, todo eso había pasado, me había pasado a mí, a este cuerpo, a estos órganos. De golpe llegaban imágenes, frases, pensamientos, como cuando al principio me preguntaba cuánto duraría en hemodiálisis y Correa me decía (cuando el trasplante parecía muy lejano por los anticuerpos) que muchos años. Y yo temía extender el cuestionamiento a ¿cuántos años? Esta mañana contestó frente a la cámara que debido a mi condición saludable y fuerte podían ser más de una década aunque nunca se puede establecer con precisión porque depende de muchos factores.


Regresar…

Después fuimos a la clínica, nos encontramos a Chio que era la enfermera de capacitación cuando yo llegué al Refugio y ahora está en Nutrición. Querían hacer unas tomas sentada junto a la máquina, una recreación, que palparan mi fístula, que hiciera lo que solía en esas tres horas y media. Ufff, quería salir corriendo, el sonido de las máquinas me lastimaba. Todos los demás pacientes dormidos, estaba en la isla de hemo y mi vida no dependía de que pusiera atención a cada detalle, entonces pude ver lo que ocurre ahí desde fuera, al ya no tener el tinte de normalidad, al despojarme de la costumbre de reinventarme ahí cada tercer día, estaba siendo durísimo regresar. 

Tenía una máquina a mi lado que ya no funcionaba para mí, otra máquina grabando enfrente y yo lo único que necesitaba era mi celular y la escritura. Pedí chance de ir por él y entonces empecé a escribir, cuando las circunstancias me cercan tener donde teclear siempre me salva, descubrí que desde que no voy a mis sesiones escribo menos y que no solo era el tiempo conmigo sino que esa era la herramienta para en medio de la vulnerabilidad hallar cómo mantener el equilibrio. Tal es la fuerza de la palabra, desde ahí pude salir a flote.

Cuando terminó la grabación y salimos me encontré con Carla, la administradora deshumanizada de la clínica El Refugio, la vi tan pequeñita, tan frágil, tan poco amenazadora, tan lejana, era el cierre perfecto. Era atravesar por la pesadilla y saber que valió la pena por el privilegio de seguir despierto, de abrir los ojos y quedarse atolondrado por la luz.

Análisis

Pero ahí no acabó la historia, en la tarde entré a la página de Nutrición a ver los resultados de los análisis, por primera vez un nivel no estaba en rango, el tracolimus, que es uno de los inmonusuprosores que se tiene que monitorear, estaba en más de 30 cuando lo normal debe ser de 6 a 8. La razón detrás que es que cambiaron de laboratorio en el IMSS (eso no es atípico solo hay que verificar cómo reacciona la nueva marca en cada cuerpo). Hablé con mi doctor Correa, ajustó la dosis e indicó análisis el próximo lunes, además mandó reposo y mucho agua para la gripa (ningún medicamento más).

En fin, la cosecha de lecciones nunca se acaba. Llevo toda la tarde consintiendo al cuerpo, hablando con kidnecito, tratando de enfocarme en lo que me importa, el amor, los días hermosos, los sabores, las jacarandas, el placer de volver a disfrutar de las sopas y los tés y el agua… Poniendo atención en conocer cada vez mejor a esta que soy, leyendo las constantes: si me duelen las piernas no es que haya caminado mucho, la observación me dice que es el tracolimus que está fuera de rango, neutralizando los miedos a sorbos generosos, así arranca la semana. Nos vamos curtiendo juntos, kidnecito y yo. Pongo mi mano sobre donde él se acopla a mí, lo abrazo y desde el corazón le digo hemos viajado tanto para estar juntos, le hablo de mi lealtad y le prometo hacerlo lo mejor posible para los dos, siempre.

Mi riñón :)

Hace dos días a estas horas iba saliendo del quirófano estrenando riñón. Fue tan alucinante ver cómo se lo entregaban a los doctores, fueron poco más de tres meses desde la llamada del doctor Eric Velez para que una red preciosa de gente se activara y consiguieran mi riñón, el que era para mí a pesar de uno que otro tropezón.

Cuando entro a alguna operación suelo despertar muy bien de la anestesia y antes de dormirme y al despertarte tengo como ritual ver el reloj y así me doy una idea cómo ha ido todo, cuando abrí los ojos y vi que solo habían pasado cuatro horas no podía creerlo, después me enseñaron la bolsita con chis y supe que mi órgano ya estaba funcionando, me sentí tan llena de amor, este triunfo nos pertenecía a tantos y eso lo hacía aún más bonito.

A partir de ese momento solo podía sonreír, era una felicidad tan nueva. Afuera me esperaba Yuyi y Octavio y Cuau, que también no dejaba de sonreír. Yo hasta el tope de sedantes hablaba con mis doctores en un inglés perfecto y les decía que era por la nacionalidad de mi riñón, al que le decía que había llegado a un lugar donde sería amado por siempre.

Al día siguiente me pusieron mucha agua para mimar al riñón, pero yo me iba hinchando más y más, por un lado no es fácil después de durante 5 años contar los mililitros de agua ahora tenerla que beber toda pero es una contradicción a la que me estoy acoplando deliciosamente. Esa tarde llegó el doctor Michael Rees a decirme que mi creatinina ya estaba en tres, que estaba muy bien el órgano. Me preguntaron si quería conocer a mi donadora y dije que sí.

Hoy ha sido un día muy especial, conocí a Linda que se volvió parte de esta cadena porque su hijo necesitaba un riñón, hace tres semanas se lo pusieron y se siente increíble. Era tan dulce y amorosa que entendí porque el riñón vibraba en esa frecuencia. Yuyi, mi gran cómplice en esta aventura estuvo ahí conmigo. Después Obi, otro de los cirujanos, me enseñó el video del momento exacto en que mi sangre entra al órgano y le devuelve la vida, de cómo hace su primera gota de chis y eso les dice que ya está en funciones, nunca había visto esas profundidades mías y como con las entrañas abiertas recibí el regalo más hermoso.

Hoy también me dijeron que mi creatinina ya está en 1.8 y que entre domingo y lunes me darán de alta. Yo aún no termino de asimilar que ya estoy trasplantada, que no volveré a la hemodiálisis, que estoy llena de una energía impresionante, así mis días sin sed, desbordada de la emoción de compartir este triunfo con ustedes, el milagro es todo nuestro.

Aquí estoy, felizmente sembrada en esta nueva vida,

Desgaste y esperanza


Otra vez problemas en la clínica. Tardé más de 40 minutos en coagular porque me han estado puncionando en el mismo sitio. Se colapsó la presión arterial porque había coágulo, justo a la hora de la desconexión-conexión, es decir cuanto unos terminan el tratamiento y empiezan otros, suena mi máquina y les pido la chequen, solo la silencian, insisto y el enfermero me dice «que le permita», yo permito muchas cosas pero cuando de cada segundo depende que mi sangre esté bien, peco de exagerada. 

Solo hay dos enfermeros en la isla y están ocupados, estresados, no es su culpa, es consecuencia de los recortes en Fresenius Medical, donde han despedido mucha gente. La factura que ya empieza a pasar, son los pacientes que se van a quedar pero los muertos no se quejan.

Cuando me desconectan, el enfermero hace el procedimiento a la inversa, empieza a quitar las líneas cuando debería quitarme las agujas, quiero quedarme callada para no ser desagradable pero no puedo, se lo digo y de inmediato lo hace bien. Este enfermero es muy simpático, lo conozco desde que llegué a la clínica, le tengo cariño, hace tres semanas que está en mi isla por el cambio de turno y he sido cuidadosa con lo que le digo porque me punciona y no quiero que sienta que no confío, pero sé que en parte de mi desconfianza y obsesiones depende mi cuerpo, mi estabilidad. 
Mientras mi fístula sigue sangrando más tiempo del normal decido dejar lo políticamente correcto y externarle a la supervisora mi preocupación porque el miércoles ella me pidió que confiara y me dejara puncionar por alguien nuevo: la otra enfermera asignada a la isla. Yo le había dicho que sí, pero que estuviera el enfermero que más experiencia tiene con mi fístula, esa petición que vengo haciendo desde febrero y que tantos problemas ha causado, que me hizo conocer la Conamed ante la negativa y la prohibición de la administradora de que él esté cuando me puncionen. 

Lo pido una vez más, le explico que solo quiero que a la nueva enfermera le enseñe quien mejor conoce mi fístula. Hablamos y hablamos, la supervisora que es lindísima, sufre por no poderme decir que sí, yo entiendo que ella solo acata órdenes, que ella y yo somos víctimas de las circunstancias. Al final, me dice que hable con la doctora, que ella es quien autoriza. 
¿En qué momento venir a la clínica se convirtió en esto? Entre un parpadeo y otro, me canso, dudo de hacer lo correcto, luego recuerdo que mi vida depende de mi tratamiento y regresan las fuerzas para pedir algo que me parece justo y que en medio del desgaste a veces me recrimino por saber. Ahí estoy solísima para enfrentar los miedos, para desde mi voz articular el argumento y no romperme. 

Baja la doctora Salazar, que es la nueva doctora, le explico que hoy sangré más de 30 minutos porque los puntos no se han movido, que lo único que quiero es que a la nueva enfermera le enseñe quien mejor me conoce. Veo comprensión en su mirada y no lo creo, me dice que sí, que sin problema. Se hace la luz, mi mar está en calma. Algo me es regresado, la espera muta a esperanza y todo el malestar y agobio desaparecen. Así este lunes de reconciliación.

Un día menos…


Hace un año que espero, con sus pausas y sus intensidades pero me voy acompasando en esto de que pueda cambiarme la vida de un instante al otro. El tercer día de mayo volví a la Seroteca, un piquete y de regreso a estar atenta a que aparezca mi órgano, no hay prisa, aunque a veces toda la situación en la clínica me hace rogar que sea mañana. 

Este mes también hubo rotación de enfermeros en El refugio, los recortes siguen y la administradora empecinada en dejarme sentir un rigor más bien torpe. La semana pasada volvió a prohibir que el enfermero que siempre me punciona esté presente para rotar mis puntos, le pregunto al enfermero a cargo y a la supervisora de enfermeras quién dio la orden y los dos me dicen que la administradora, ¿en qué momento una decisión administrativa pesa sobre cualquier beneficio médico? Le digo a mi nefrólogo, se preocupa, después de hablar decidimos ocuparnos y hoy por fin, presenté la queja en forma en la Comisión Nacional de Arbitraje Médico, en cinco días darán respuesta. Mientras escribía la relatoría de hechos algo dentro empezaba a aliviarse, a tomar sentido. Y pensaba que quejarse es muy fácil, es decir, contarle a todo el que se deje qué es lo que nos molesta, pero dar el paso a tomar acciones eso lleva más y lo hacemos menos, por lo menos yo, pero tomarme el tiempo de buscar todos los papeles y ponerle orden y nombre a eso que desde mi ángulo no está bien, me hace sentir y confiar en lo que se mueve termina por encontrar un buen camino.

Jueves en que la fe regresa, en que el cielo nublado anuncia una lluvia, de esas que todo lo limpia, que despeja y alumbra. Tiempo de restar para terminar ganando. 

Lo que cambia

  

El fin de semana reencontré el poder de la palabra. Mi sesión en Veracruz estuvo de 10, no son máquinas Fresenius y los pacientes se ven muy bien, el único rastro de la insuficiencia son los piquetes en sus brazos. El precio es el mismo que en mi clínica de aquí y la diferencia en la atención es de la tierra al cielo. Después de tanto sufrir, las tres horas y media ahí fueron casi un disfrute. Y la creatinina de Román va a la baja, la magia de las oraciones funciona por ahora, pero justo eso es lo que importa, solo hoy.

Regreso a mi clínica, con una nueva visión, sí me gusta pero ahora sé que no es la única opción, y con la lección aprendida de que moverse, aunque eso catalice mis ataques de ansiedad, vale la pena. No sé si es la ligereza con la que vuelvo o el desconcierto del lunes, les digo a mis enfermeras que si le pueden hablar a Mario, mi enfermero para que mueva los puntos, y lo vocean. Llega, pica en un lugar distinto, duele mucho, pero los lugares anteriores estaban muy lastimados de no moverlos en más de tres semanas, así que la aguja entrando en un sitio sin cicatrices es un alivio para mi piel. 

Estoy en un lugar nuevo. La espera ya no me tortura. Avanzo por los mil proyectos en los que ando como si fueran un buen baile. Anoche la escritura del nuevo libro me agota y me regala un sueño como de recién nacida. Al despertar, me encuentro con correos que son como regalos de día de Reyes. Así este jueves en que me siento enamorada hasta el tuétano de esta vida mía. 

Lecciones de confianza fast track I

 
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Soy una mujer de costumbres en cuanto a mi tratamiento. Me gusta que todo sea básicamente igual. Me cuesta trabajo hemodializarme en circunstancias diferentes a las que he conocido durante cuatro años. La rutina me da mucha tranquilidad, por eso las semanas anteriores, con todo el tema de acoso de parte de la clínica, me ha angustiado tanto. 

Durante dos años siempre que venía a Veracruz corría para llegar a mi hemodiálisis en la Ciudad de México, hasta que el doctor Salas, a quien conocí en El Refugio, abrió su clínica aquí y se hizo la luz. Pude quedarme más días porque ya había un lugar seguro para mi tratamiento, con máquinas Fresenius. La primera vez que fui llegué temerosa, pero el enfermero era muy bueno y el lugar hermoso, me encantó.

Hace dos semanas, Mar, mi hermana, fue a la clínica del doctor Salas para reservar lugar y me habló para decirme que ya no estaba. Casi me muero. Le escribí al doctor y me dijo que se había mudado al hospital español. Volvió la tranquilidad y la felicidad de poder quedarme en el puerto.

Anoche me escribe para decirme que hay un problema de osmosis con las máquinas del hospital español y que cuando eso pasa sus pacientes se hemodializan en el hospital millenium, me da esa opción y me cambia de hora y lugar. Ufff, me agobio muchísimo. Podría regresarme corriendo a México e ir a mi clínica, pero me acuerdo que ya no es lo que solía y que el riesgo está latente. Decido apostar por recibir el tratamiento aquí.

Casi no duermo, doy vueltas en la cama, me despierto aún de noche. Necesito confiar. Necesito algo que me proteja contra los riesgos, que me haga sentir segura.
Y como lo mío es la palabra, me acuerdo que hace unos días ante un contratiempo con el riñón nuevo de Román, ante la impotencia de no saber cómo ayudar, cuando le pregunté qué podía hacer, me dijo reza por mí. Y como no sé muy bien cómo rezar, le escribí una oración.

Oración para un riñón nuevo

Dios concédele una vida sana

Que las aguas tomen si cauce

Que la creatinina disminuya

Que no se inunde de urea

Que las arterias no se tapen

Que el sistema inmune lo ignore

Que no reciba ataque ninguno

Que ame el cuerpo que le fue dado por segunda ocasión 

Que se sienta parte de él y se vuelvan uno solo

Que se quede para siempre

Y eso me hizo respirar aliviada. La repetí durante varios días, a modo de mantra y algo dentro me hacía sentir que todo mejoraría. Así que esta madrugada de insomnio, en el punto más alto de la angustia. Volví a hacerme un amuleto de palabras. Escribí mi plegaria para una buena hemodiálisis. Porque confío en el poder de la invocación, mientras tecleo y después lo leo, las aguas se sosiegan.

Oración para una buena hemodiálisis 

Dios dale al enfermero de la sabiduría necesaria para una punción perfecta

Que el dolor sea pequeñito

Que la sangre fluya

Que no habiten coágulos en las cámaras

Que el sodio sea suficiente para que los calambres sean desterrados

Que la máquina se quede con las toxinas

Que no haya contratiempos ni hipotensión

Que los ácidos, el bicarbonato y el filtro hagan lo suyo

Que los doctores tengan el carácter templado y la mirada atenta para leer a nosotros, sus pacientes, escucharnos y entender nuestro idioma

Que este riñón externo se sienta amadísimo y nos permita seguir otro día más… 

Que así sea