Kidnecito y la bacteria

Quien hace el ultrasonido dice que suenas como un gato enojado, Kidnecito, yo más bien te escucho como el oleaje en un día de norte, así me siento desde que empezó la fiebre. En un mes y algo más, dos veces ha aparecido, siempre en sábado y justo después de hacer ejercicio.

La primera vez llevaba solo 20 minutos en el rebounder, cuando sentí muchísimo frío y tuve que parar, me metí en la cama, empecé a temblar, el termómetro marcó 38 y poco después 39 y tuvimos que ir a Urgencias, ese es el protocolo para los trasplantados. Esa madrugada me fui de alta voluntaria porque me quería hacer una tomografía con alto contraste y no quería que nada dañara a mi riñón, y no me sentí segura porque no fue indicado por el equipo de nefrología, así que llevé un esquema antibiótico tomado por 7 días y listo, la fiebre se fue al tercer día.

Este sábado terminé de hacer remo ya en la tarde-noche y de nuevo ese frío apareció, me acurruqué y recé porque la temperatura no subiera, pero a las 11 de la noche ya estaba en todo su esplendor, tomé paracetamol, fui a hacerme análisis y empezamos antibiótico, indicado por el mejor infectólogo que conozco y que es el mejor de los mejores, Rafael Valdez, el lunes cuando llegaron los análisis me dijo que tenía que irme a Urgencias porque la infección era grande.

Así que me fui al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, de donde soy paciente, cabe mencionar que todo este tiempo también me había estado monitoreando mi doctor Correa-Rotter. 

El domingo mi mamá me manda un mensaje preguntando ¿cómo se encuentran, hija?, lo cual es muy raro, le digo de la fiebre, me marca de inmediato para contarme que soñó conmigo.   

En Urgencias, veo a Kidnecito, sé que está inflamado, me duele por primera vez y sé que una bacteria se coló hasta él, y tengo angustia e inhalo y exhalo, y trato de no dejarme ir en todo eso que estoy sintiendo, y al unísono, mientras la paciente del reposet de junto se convulsiona y alguien en el fondo grita, entiendo mi ausencia del Diario de la sed, porque aunque la escritura me salva, el Diario es la forma más íntima de exponer ahí donde soy vulnerable y cuando lo cotidiano me hace habitar el espejismo de una vida sin enfermedad, cuando estalla me descolocó.

Es lunes por la noche y volví a las batas de espalda descubierta, después de negociar un poco logramos que el tratamiento sea intravenoso y en casa, que me conecten 5 días más. Artillería pesada para vencer a esta bacteria escapista que aún no tiene nombre, lo sabremos hasta el jueves, si bien nos va.

No importa su nombre, porque ni bautizo merece, la destruiremos porque con Kidnecito nadie se mete. 

Y para mí tener un cuerpo de diez en esta temporada tan cercana del verano, no significa tener una figura escultural, ni unas pestañas de ensueño, sería tener unas venas gruesas y jugosas, anchas, plenas, bien dadas, donde las agujas fluyeran como el agua misma, como el líquido maravilloso que restaura el equilibrio perdido. Se traduciría en un espacio donde las bacterias no se salgan de control y todos los órganos vivan en armonía y haciendo lo suyo, así las prioridades de esta temporada, donde las pausas forzadas hacen que la sed sea de escribir y conectar.

¡Salud! Por cuatro años juntos y los que faltan

A estas horas, un miércoles de 2016, en Toledo, Ohio, Michael Rees escuchaba flamenco mientras hilaba fino para arraigar en mi vientre el pase de salida de la sed. Una tarde de otoño casi a un costado del río Maumee, en una caja blanca llegó Kidnecito. Por la mañana tuve mi última conexión a diálisis, no quería pensar demasiado, no quería despedirme del todo porque no sabía qué pasaría después de que entrara a quirófano.

Esta vez sería diferente, no recuerdo tener hambre, solo sentir una gran paz de que pasara lo que pasara habíamos hecho todo lo necesario para este trasplante; pasara lo que pasara no estaría sola, llegaba acompañada de toda la red que confiaba que nos merecíamos un happy end. La enfermera me puso las pulseras de colores que advertían mi alergia al vino y de la mano donde estaba mi fístula, Obi, Yuyi, Cuau, Susan y Katie me dieron besos y me fui al sentir como germinaba el sueño donde me descubría libre.

Cuando entro a una sala de operaciones siempre busco el reloj, como una especie de anclaje para que cuando despierte y pregunte la hora pueda establecer mis conclusiones acerca de si fue una buena o mala cirugía. Antes de deslizarme en la nube de anestesia leí 4 pm.

Del despertar inmediato solo tengo sensaciones, escucharme hablar en la lengua de Kidnecito y estar inundada de un amor tan profundo, tan pleno, tan inexplicable, que la única razón que hallo es saber que Linda Primas, mi donante que estaba en Wincosin, dio ese órgano cargado de amor, fe, dulzura y así fue recibido.

Este último año, Kidnecito me ha regalado 365 días libres de hospitales, muchos viajes a sitios de estaciones nuevas, bailes y proyectos hermosos. Aquel otoño no imaginaba que después de que la sed física terminó, la sed nueva me llevaría a construir naves y puentes para encontrar y unirme a la familia renal.

Cuatro años juntos y esta celebración me encuentra disfrutando la tarde con un vaso de agua enorme, preparando el taller de escritura que daré esta noche como una forma de agradecer esta permanencia, este pertenecer a la tribu de los amantes del agua, de los que pactan con el aire para poder seguir en la tierra. Marinando la conferencia de prensa de mañana para hablar del Exhorto que se presentó en cámara de diputados por la salud renal.

Gracias hoy y siempre a cada uno de los que creyó, sumó, aportó para que Kidnecito se palpitara en mi vientre, para que este riñón nómada me enseñara de las travesías con destinos ciertos.

¡Feliz aniversario renal a mí 🙂 !

Caminar el asombro

Y la sed se trasformó y la escritura empezó a caer a cuentagotas, se me desbordó el vivir intenso. Han sido horas, días, de volcarme en ir y venir para construir caminos donde la voz paciente encuentre acogida. No hace ni una semana que volví de ir al encuentro de las historias paralelas que se tejen en España, en Dinamarca, en Italia, de asombrarme en cómo los procesos médicos aunque parecieran distantes en los diferentes países, cuando habitamos el hospital hay un no lugar que nos es reconocible a todos, la vulnerabilidad. Solo la dedicación del equipo médico, de nuestra red de apoyo, de los puentes que se tejen en una comunicación que transita más allá del lenguaje médico, de la lengua materna, que se vuelve cuerpo tratando de ser escuchado para que el dolor no nos arrebate lo humano, nos abre el puerto del entendimiento, del éxito de ver cómo asoma la recuperación.

Mientras vuelo de regreso a México, las turbulencias me recuerdan la fragilidad, aparece alguna sensación del trasplante fallido, hablo poco de ello, pero ese septiembre de 2011 no aparece en una imagen clarísima casi siempre es el hormigueo en algún lado que me devuelve ese sentir el limbo, en este caso son los cables de la pila de mi teléfono que se me atoran en la muñeca los que por dos segundos me devuelve al abrir los ojos en terapia intensiva cuando eran los cables de los aparatos que me mantenían viva los que me atrapaban. El vacío en el estómago cuando escucho a lo lejos pronunciar a las enfermeras «trasplante fallido».

El avión deja de sacudirse y me asomo a la cama de nubes que atravesamos, sonrío porque regreso de compartir la felicidad de un trasplante exitoso. Ese 2011 no sabía que años después me sería regalado estar afuera de la sala de operaciones acompañando a quienes esperan, hilando las horas hasta escuchar que fue conectado con éxito el riñón, que el milagro de la primera gota de orina producida por el órgano recién puesto señala que funciona, que se acabó la sed, que el agua fluye de nuevo por ese cuerpo.

Hoy despierto bien y de buenas, agradecida, brinco de la cama y me estiro y acaricio piernas y brazos, de pronto Facebook me recuerda que hace cinco años daba gracias porque había logrado estar 10 segundos de pie, sin dolor. Y tengo necesidad del diario, porque de él me sostuve en ese febrero donde no sabía qué pasaba, donde la parte inferior de mi cuerpo se negaba a avanzar y todo era un desierto donde lo único cierto era la escritura. Hoy navego por la memoria para rescatarme, para acordarme que cada paso es toda una conquista y la siguiente respiración la única causa cierta.

 

Mañana empieza el mes donde se celebra el día mundial del riñón y yo al mío, a los míos, tengo que agradecerle la vida plena. Mucho que escribir aún, mucho que digerir para ser fiel a cada historia que me fue contada. El compromiso: afinar la voz para que las palabras encuentren el sentido, la constancia que nos haga celebrar muchas más puestas de sol con pasos firmes, bien plantados y riñones haciendo lo suyo.

 

Octubre de volverse tangible

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Hoy empieza el décimo mes, el de celebrar mi primer nacimiento. Cerré septiembre brindando por el encuentro con Kidnecito, esta vez tenía muchas ganas de festejarlo, de decirlo, de hacerlo presente, porque a diferencia del primer año juntos, ahora tengo menos miedo, sé que somos el uno para el otro, y que nuestra alianza nos hace cada día más fuertes, más enteros, más uno mismo.

Hoy también estoy estrenando, palpando lo que se hace real. Recuerdo como hace unos meses Iván nos platicaba de un proyecto que tenía entre manos, una edición que hablara de ciencia de salud, Cuau lo bautizó: Tangible, y parece que fue una sentencia, un buen augurio hecho palabra. Iván se concentró en hallar la manera de que se concretara y este 1 de octubre nace este gran proyecto.

Hablamos de que escribiera una columna desde la voz del paciente, pero a mí salirme del Diario me daba ñañaras, aunque entiendo también que el Diario de la sed cumple una función para mí mucho más íntima, que había mucho más qué decir y que tal vez necesitaba otro espacio. Así el jueves pasado, Iván me pidió la columna para el día siguiente: 28 de septiembre, terminarla en fecha emblemática me hace confiar en los destinos que se entretejen, en los signos que aún no entendemos pero que ahí están.

Y así este lunes se publica en la sección de Tangible dentro de El Universal, mi primera columna: https://www.tangible-eluniversal.com.mx/esperar  así hoy me vuelvo tangible y universal y cuerpo y espera y voz y posibilidad abierta a múltiples lecturas.

Me gustan los nacimientos en octubre, me gusta como arranca este mes. Y aquí estoy dejándome sorprender por el día a día, dispuesta a escuchar con atención el cómo y por dónde. Me gusta esta espera acompañada y activa. Me gusta los inicios y la escritura.

Día del padre

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Borré este día de mi calendario de festejos en 1982, cuando Mario no estuvo más se llevó con él las razones para despertarse temprano el segundo domingo de junio, preparar un desayuno o una sorpresa para agradecerle ser mi padre.

Por suerte, a lo mejor la vida que se la sabe de todas todas, se las arregló para que Mar naciera en el sexto mes, entonces celebrar el cumpleaños de mi hermana chiquita es lo mejor de junio y la razón para agradecer, bailar y comer pastel.

Uno de mis mecanismos para neutralizar lo que me hace sentirme vulnerable es no pensar, activar el modo automático e irme, así la fragilidad desaparece.

Esta mañana despierto en Toledo, Ohio, en la casa de mi trasplantólogo, Michael Rees (en realidad debería haber tomado mi vuelo a las 7 de la mañana y pasar este domingo entre aeropuertos y aviones, pero vamos a repetir unos análisis y aquí estoy),cuando salgo a desearle un feliz día, se lo digo con cariño, pero desde mi lejanía funcional. Sus tres hijos hermosísimos están aquí para hacerlo sentir amado, su esposa Su, mi maga, ya tiene todo listo para un gran gran día. Los pájaros cantan, el clima es perfecto. Le doy una abrazo y de repente me dice al oído «siento mucho que no hayas podido tener más tiempo con tu papá».

Y vuelvo a tener 7 años, quiero a mi papá de vuelta, supongo que a la orfandad nunca nos acostumbramos. No sé de dónde me sale tanto llanto viejo. Mike me enseña una foto donde la primera pareja que fue parte de Global Kidney Exchange, Kristine y Jose, le desean un feliz día. Lo mejor de esa imagen es la sonrisa de su hijo, tiene 9 años, tal vez tenía 7 cuando su papá tuvo su pase a una nueva vida. Hace dos años que puede celebrar con un papá libre, con energía para estar con él. Pienso en Mario, en que el tiempo nos jugó en contra, que si hubiese sido diagnosticado ahora, podría haber tenido un trasplante aunque no tuviera un donante compatible, después siento todo lo que me enseñó, me enseña aún, desde su irse temprano de la vida, pienso en cómo exilio su memoria en junio para que no me duela.

Me conmueve que ese primer trasplante global le haya regalado a Austine y a José muchos días juntos, del padre, de la madre y otros, que la visión de Alvin Roth y Michael Rees nos libren de máquinas y ausencias, que nos salven de las muertes tempranas. Hoy celebro la paternidad de este programa hermoso, que me reconcilia a cada paso. Festejo a Michael, a Alvin, a José…

Hoy me fueron devueltas razones para celebrar a Mario, me fue otorgado el permiso para sentirlo cerca, no desde el dolor, sino desde la vida de esos otros padres que gracias a su órgano nuevo pueden abrazar a sus hijos. Hoy tomo fuerte la taza de té donde leo su nombre y sé que él me abraza y sonríe.

Hoy agradezco las lecciones de Mike, que me muestra que ser de agua, vulnerable, de tanto en tanto, es parte esencial de estar aquí.

¡Gracias Mike por tu amor, por tu paciencia, por compartir el significado de este día que regresó a ser especial! ¡Feliz feliz día del padre!

Nos encontramos

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Mientras me acomodo en la butaca del auditorio no creo lo que sucede, necesito que alguien me pellizque para saber que no estoy soñando, así de lugar común como suena, frente a mí un doctor habla de lo que es ser paciente, el nefrólogo Juan Vicente Cuéllar cuenta su historia, sus primeros síntomas que me recuerdan tanto los míos. Cómo su creatinina subía y él se esforzaba en mantener su estructura, sus estudios, todo eso que mantiene cierta normalidad.

Parpadeo muchas veces al compás en que la doctora Judith habla de cómo se asimila el diagnóstico, la pérdida de la «normalidad». Luego vendrá la nutrióloga Paola para contarnos cómo aliarnos con la nueva dieta que tendrá que sernos suficiente. La doctora Olynka define uno a uno el papel de cada miembro de la tripulación renal: enfermeros, doctores, pacientes y, claro, familiares.

Una tarde donde Alberto Yarza nos recordará lo valioso en esta vida, la importancia de respirar, donde el doctor Juan Carlos Ramírez tranquilizará mi temor a esa fluctuación en mi creatinina, en solo 10 minutos cada uno me dará aliento, paz, esperanza, conocimiento. Este encuentro me hace navegar por aguas ciertas. Conoceré a Erika Kaiser, trasplantada y triatleta, energía pura que alimenta. Escucharé al esposo de Nohemí decir que quienes nos cuidan también se enferman. A la doctora Laura Basagoitia hablar de los diferentes tipos de pacientes. A Carolina Silva, de la Fundación Trasplante y vida contarnos de distintos caminos; el doctor Malaquías López Cervantes delineará el panorama de la insuficiencia en México, un futuro que pinta gris pero que en esta sala, entre todos, acompañados, parece iluminarse de tanto en tanto.

Y estará Susan Rees, mi maga de los riñones, dibujando cadenas de amor, trazando como enlazarnos para hallar riñones cuando parece que la compatibilidad nos ha cerrado todos los puertos, un algoritmo, el mío, abre la posibilidad de vida.

 

En ese escenario cada uno de ellos le habla a las marisoles diferentes que me han habitado en este viaje, a la que no dormía los primeros días del diagnostico porque pensaba que si cerraba los ojos ya no los abriría, a la que peleaba en los días extendidos del hospital, a la que no podía parar beber agua aunque el aire fuera cada vez más escaso trago a trago, a la que creí que solo ella podía saber lo que le pasaba.

Y estoy blandita, agradecida, conmovida, entregada. Al final sonrío por mi ingenuidad, cuando esto se empezó a gestar pensaba que lo hacía para, desde mi historia, devolver un poco de lo mucho recibido, nunca me imaginé lo arropada que estaría durante este proceso, lo mucho que me hacía falta, lo abrazada que me sentiría por cada paciente, cada profesional que esta tarde-noche se quedo cada minuto atento a eso que habíamos preparado para ellos, para mí, para nosotros.

Me falta escribir del Diario renal y del homenaje a Judith Martín y la familia Dela Reguera. Será de a poco porque aún sigo digiriendo, saboreando, agradeciendo lo que sucede. Por lo pronto, cuando desperté del sueño puedo acariciar el Diario impreso y navegar por la nueva página de Nef: www. nef. press

Es real, somos reales y aquí estamos estremecidos, palpitando, encontrando (nos).

 

 

 

 

 

 

 

Tocar el piso, sentir las raíces: fundar

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Cuando empecé a hacer yoga y me inclinaba para tocar el suelo no llegaba ni a las rodillas, veía el piso como algo que nunca podría sentir con mis dedos. Y de repente desde hace algunos días puedo inclinarme y acariciar mi esterilla. Esto que podría parecer algo tan diminuto es todo un descubrimiento para mí, me siento bien plantada en esta nueva vida y cerca de mis raíces.

Este 2018, el 8 de enero, nació la Fundación Mario Robles Ossio. A mi padre no le daré nietos sino fundaciones, una forma de creación distinta pero con la misma vocación de extender la memoria para perpetuarse en los que pertenecen a la misma estirpe.

Nuestra Fundación tiene el objetivo de compartir conocimiento, historias, experiencias, de abrir ventanas y puertas para que los encuentros nos regalen una mejor vida.

Vienen muchas sorpresas que nos han tenido trabajando a marchas gozosamente largas y duras. Pero es apenas un granito de todo lo recibido durante mi transitar de la sed a este fluir constante.

Somos Robles, que se inclinan y agradecen el aire que los hace bailar, el agua que les regala el aprendizaje de la carencia y la plenitud, que se llenan de azules para sentir el deseo.

Este es el inicio, así esta noche de sembrarme y sentir la piel del sueño justo en la punta de los dedos.

Vienen noticias, de las buenas, de las hermosas, aquí una probadita, ahí y así estamos. Emocionados, dispuestos, naciendo…

 

Nacer

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Desde que recuerdo el día de celebrar mi nacimiento (el primero) era mi favorito porque sentía que tenía un pase all inclusive de pastel, regalos y dulces, pero lo mejor era justo ese momento donde frente a una luz cerraba los ojos y me era concedido desear, profundamente, y entonces cualquier cosa que quisiera parecía tan cercana como el calor de la vela, parecía tan cierta como ese aliento que salía de mí para darle respiración a mi deseo.

La petición cambiaba de rostro conforme cambiaban los años, juguetes, viajes, concreción de amores platónicos, publicación de libros, a veces pensaba que no pude pedir que viviera más tiempo mi papá porque supe de su enfermedad después de mi cumple y se murió antes del siguiente, a veces me convencía de que si hubiese habido vela y pastel en el inter seguro me hubiese sido concedido que se quedara un poco más, así de absurda y contundente era mi confianza en el poder de la vela. Pero durante los últimos seis años el deseo fue acaparado por un riñón, lo deletreaba cada vez que soplaba frente al pastel, pedía mi alianza con la sed.

Hace un año volvía del viaje en el que fui a su encuentro, a ese trayecto que alivió la necesidad de agua. Cuando volví a México y estuve frente al pastel, dudé un segundo, qué se pide cuando ya tienes lo más deseado, me sentí desprotegida, había que construir un nuevo impulso, y de pronto supe que quería que durara, que nos acopláramos, no volver a la máquina y viajar mucho.

Hoy llego a ese día que anuncia que otro ciclo se ha cumplido, recuerdo una carta de cumpleaños que me escribió Yuyita, cuando yo no llegaba a los veinte y donde me decía que el 22 de octubre llevaba mi nombre, eso me gustaba. Este año he aprendido que no tengo que esperar a una fecha en el calendario para desear y agradecer. Que cada que dudo pongo una mano sobre el vientre donde yace mi riñón nuevo, el regalo más asombroso, y otra sobre mi corazón, los dos sitios que me dicen latido a latido el gozo que es estar en la vida. Gracias a Cotita y a Mario por darme ese primer soplo para estar aquí.

 

Este mes décimo comparto festejos con mis dos mujeres hermosas, especiales, únicas y mías: Cotita y Constanza. Así que me regalo una mañana sumergida en azules mientras Constanza, Cotita y yo damos vueltas y cantamos, una noche de baile, una madrugada de escritura, tres vasos de agua grandes, un abrazo apretado de las dos, muchos besos y una mirada larga y profunda de mi Mar.

La perfección es poder entrelazarme con los míos, beber y ser del agua, respirar hondo y sentir la dulzura de cada trayecto. La felicidad es esta conciencia de estar naciendo a cada latido, a cada inhalar, exhalar, y poder celebrar y agradecer este asombro segundo, a segundo, a segundo…

Los principios profundos

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El noveno mes llegó cumpliendo fielmente su naturaleza de asombrarme. Tanto ha sido el estremecimiento que apenas ahora tengo tiempo de escribir, de digerir como el agua fluye a través mío y de pronto me lleva a explorar destinos hermosos, abiertos, donde sembrar nuevas historias.

Los primeros días de septiembre, una mañana muy temprano recibí la llamada de Michael Rees, mi trasplantólogo, preguntando cómo estaba mi agenda para ir a Ginebra a conocer a Alvin Roth, mi premio Nobel favorito, y hablar del programa de Global Kidney Exchange a su lado en Bruselas. El nuevo viaje se gestó a velocidad exprés, cuatro días después estaba en un avión, ensayando a trazar con frases el recorrido de mi nueva vida.

Mientras estaba sembrada en nubes, en todos los sentidos, pensaba en la poesía, en los encuentros, en cómo lo fallido floreció, en que cada respiro en esta historia tiene una razón detrás que se va mostrando de a poco y cuando creo que ya conozco todas las sorpresas viene la vida y me desborda.

Recordaba esa primera llamada de Michael diciéndome que en tres semanas tendría a kidnecito, el primer mail de Alvin diciéndome que leyó el poema que le hice a Susan Rees, mi maga de los riñones, y ahí estaba ahora bebiendo muchos vasos de agua durante esas 12 horas de avión para que mi nuevo riñón viajara bien hidratado, pidiendo pasillo para poder ir al baño y saber que habito el sueño.

 

Y también me encomendaba a algún patrono de los escribanos, porque Michael y Alvin confiaban en que el poder de la escritura, la mía, abriera nuevos caminos para muchos otros, que tocara corazones, que quienes aún se resisten pudieran ver un poco la belleza de este programa internacional, de la fuerza del algoritmo que devuelve al cuerpo lo faltante.

Me gustan los aviones y los viajes largos porque me colocan en un limbo para inventarme historias, para volver en la memoria a lugares extrañados y porque esa volatilidad, ese sentir que floto vuelve coherente cada minuto por el que sigo aquí. Y curiosamente ahora hay menos incomodidad que antes del diagnóstico porque cuando siento que no puedo más recuerdo mis cuatro horas en hemodiálisis con agujas, muevo los brazos y respiro libertad, esta máquina enorme es más amable.

Aún no encuentro las palabras para decir cómo se siente encontrarse con Alvin, cómo es estar frente a los dos hombres que crearon la manera para hallar riñones compatibles, a qué ritmo se sacude kidnecito para agradecer a esos papás renales, cómo debe ser el tono de voz para hablar ante quienes pueden definir el rumbo de los trasplantes a nivel mundial, cómo se siente escoger los verbos adecuados para que la acción suceda.

Lo que si sé ahora es que los finales felices son en realidad principios profundos.

Y aquí les dejo un pedacito de lo que dije una mañana en Bruselas, mis certezas después la experiencia de Global Kidney Exchange:

1.- La voluntad amorosa es el motor (para investigar, para dar un riñón, para buscar el alivio de quienes vivimos la sed, para que personas que no me conocían estuvieran dispuestas a cooperar porque yo siguiera aquí).

2.- La vida no puede ser todo lo medible que quisiéramos. Yo podría responder cuál es mi nivel de hemoglobina, de creatinina, de urea. pero cómo le describo a quien nunca ha tenido sed o ha dejado de orinar la sensación de mi primer vaso de agua interminable o de vaciar la vejiga. O el nivel de amor que hay cuando receptor y donante se encuentran. Ese es el verdadero match.

3.- La esperanza mezclada con voluntad son una fuerza tan poderosa que atraviesa fronteras, cambian el mundo y no se detienen ante lo incompatible.

4.- Los órganos no tienen nacionalidad.

5.- Las formas de trasformar paradigmas es cuestionando cómo podemos hacerlo de mejor manera, no en cantidad sino calidad. Michael y Alvin encontraron el mejor camino para mí, porque era el único posible.

6.- Aprender a recibir, a escuchar, a salir de la zona de confort, a ir más allá de las etiquetas es lo que nos devolverá la libertad, lo que acabará con los miedos.

Hace un año muchos de ustedes se sumaron para que mi trasplante fuera posible y aquí estoy hoy, viviendo con mi match perfecto.

Noche de agradecer la generosidad, la suya, los encuentros y el privilegio de estar en la vida.

Miedo y equilibrio

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Cuando la desazón aprieta lo único seguro para mí, desde siempre, es la escritura. Ayer mientras iba rumbo al Hospital de Nutrición oía las noticias, un trailer circulaba indebidamente por los carriles centrales de periférico y perdió el control, se estrelló contra cuatro carros, el saldo: un muerto y varios heridos. Se me encogió el estómago, descubrí que mi miedo a los accidentes de auto había regresado, eso que se fue con el diagnóstico porque su lugar pasaron a ocuparlos otros de mayor importancia esos días, como que funcionara el catéter o que la máquina de hemodiálisis no se parara, había regresado apenas vio oportunidad.

 

Y aunque en el hospital el doctor me dijo puras cosas buenas, una angustia extraña se había instalado. En la noche una amiga me contó cómo escapó a un asalto y mi mejor amigo me dijo que había visto cómo encañonaban a un automovilista justo frente a su casa, donde había estado la noche anterior. Esta mañana leo sobre el atentado en Barcelona, y me quiebro. Hace unos días veo lo de Estados Unidos y descubro que quien manejaba el auto vivió muy cerca de donde estuve en los días de mi trasplante. Pienso que no existe lugar seguro. Ni Veracruz, ni la Ciudad de México, ni Barcelona, ni Niza, ni Estados Unidos.

Entonces recuerdo que el lugar seguro externo es una ilusión, esa fue de mis primeras lecciones cuando llegó la insuficiencia y no debo olvidarlo.

 

Justo ahora tengo la sensación de haber perdido algo y así es, hay un equilibro roto, algo trastocado, como los primeros días de la enfermedad. Entonces me tomo unos segundos para asimilar desde el teclado desde donde quiero habitar este mundo, para respirar y concentrarme en lo inmediato, en lo que para mí es necesario para vivir bien en el segundo que es mi única posesión: estar con los míos, con lo querido, refugiarme en la belleza que es seguir aquí.

 

Vuelvo a la esencia, a escuchar las palabras del psicólogo de la Clínica del dolor en mis días del hospital, cuando me pedía hiciera una lista de las cosas que me podrían hacer sentir mejor. No pienso cederle mi paz a la violencia, me repito, así como cuando en los peores momentos de tortura física cuando el tiempo del dolor y las agujas me decía a manera de mantra «tendrán mi cuerpo pero no mi corazón ni mi mente y ellos juntos son más poderosos que cualquier dolor».

 

Mi forma de cobijarme en estos días es amar, hacer lo que me corresponde y darme una dosis de placer: hoy volveré al mar, entonces sabré que muy dentro hay algo que se recupera y que de alguna forma estaremos bien.