Quien hace el ultrasonido dice que suenas como un gato enojado, Kidnecito, yo más bien te escucho como el oleaje en un día de norte, así me siento desde que empezó la fiebre. En un mes y algo más, dos veces ha aparecido, siempre en sábado y justo después de hacer ejercicio.
La primera vez llevaba solo 20 minutos en el rebounder, cuando sentí muchísimo frío y tuve que parar, me metí en la cama, empecé a temblar, el termómetro marcó 38 y poco después 39 y tuvimos que ir a Urgencias, ese es el protocolo para los trasplantados. Esa madrugada me fui de alta voluntaria porque me quería hacer una tomografía con alto contraste y no quería que nada dañara a mi riñón, y no me sentí segura porque no fue indicado por el equipo de nefrología, así que llevé un esquema antibiótico tomado por 7 días y listo, la fiebre se fue al tercer día.
Este sábado terminé de hacer remo ya en la tarde-noche y de nuevo ese frío apareció, me acurruqué y recé porque la temperatura no subiera, pero a las 11 de la noche ya estaba en todo su esplendor, tomé paracetamol, fui a hacerme análisis y empezamos antibiótico, indicado por el mejor infectólogo que conozco y que es el mejor de los mejores, Rafael Valdez, el lunes cuando llegaron los análisis me dijo que tenía que irme a Urgencias porque la infección era grande.
Así que me fui al Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, de donde soy paciente, cabe mencionar que todo este tiempo también me había estado monitoreando mi doctor Correa-Rotter.
El domingo mi mamá me manda un mensaje preguntando ¿cómo se encuentran, hija?, lo cual es muy raro, le digo de la fiebre, me marca de inmediato para contarme que soñó conmigo.
En Urgencias, veo a Kidnecito, sé que está inflamado, me duele por primera vez y sé que una bacteria se coló hasta él, y tengo angustia e inhalo y exhalo, y trato de no dejarme ir en todo eso que estoy sintiendo, y al unísono, mientras la paciente del reposet de junto se convulsiona y alguien en el fondo grita, entiendo mi ausencia del Diario de la sed, porque aunque la escritura me salva, el Diario es la forma más íntima de exponer ahí donde soy vulnerable y cuando lo cotidiano me hace habitar el espejismo de una vida sin enfermedad, cuando estalla me descolocó.
Es lunes por la noche y volví a las batas de espalda descubierta, después de negociar un poco logramos que el tratamiento sea intravenoso y en casa, que me conecten 5 días más. Artillería pesada para vencer a esta bacteria escapista que aún no tiene nombre, lo sabremos hasta el jueves, si bien nos va.
No importa su nombre, porque ni bautizo merece, la destruiremos porque con Kidnecito nadie se mete.
Y para mí tener un cuerpo de diez en esta temporada tan cercana del verano, no significa tener una figura escultural, ni unas pestañas de ensueño, sería tener unas venas gruesas y jugosas, anchas, plenas, bien dadas, donde las agujas fluyeran como el agua misma, como el líquido maravilloso que restaura el equilibrio perdido. Se traduciría en un espacio donde las bacterias no se salgan de control y todos los órganos vivan en armonía y haciendo lo suyo, así las prioridades de esta temporada, donde las pausas forzadas hacen que la sed sea de escribir y conectar.