16 horas y media

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Anoche soñé que ya estaba en mi máquina, ni el azul verde del mar me distrae de la necesidad más imperiosa, deseo que me conecten y desaparezca el malestar de este día, el último, las 24 horas más difíciles, donde aparece el dolor de cabeza y el cansancio.

La sed tortura, los más de 30 grados no ayudan a paliar este imperativo de agua, solo la brisa y el olor marino funcionan como una especie de analgésico. Deberían existir máquinas de hemodiálisis dentro de los hoteles, como este que está a mitad un poco de la nada…

Mi salvoconducto para la normalidad dura 48 horas, las exprimo al máximo, siempre me prometo volver antes pero en una dimensión paralela puedo tener 24 horas más, así cuando sale la oportunidad de viaje trato de aplazar lo más posible el regreso, sin embargo, cuando llega el día extra el cuerpo me reclama, vuelve a hacerme sentir el poderío de su reinado y no me queda más que rendirme, bajar el paso y someterme…

Para entretener el espíritu regreso al recuerdo de ayer, cuando muy temprano nos metimos 21 metros bajo tierra para explorar un río secreto y no es metáfora, Río Secreto está en la Riviera Maya, fue descubierto hace menos de 10 años y es alucinante poder nadar bajo un techo lleno de estalactitas, cobijados por el silencio, privilegiados por la labor de la Tierra durante miles de años.

El guía dice que esta es la entrada al inframundo, nos hacen un ritual maya para que los aluxes (duendes) nos permitan regresar sin contratiempos… En una de las cuevas, el guía apaga las luces, se hace la oscuridad más absoluta que nunca había habitado, soy incapaz de ver mis manos aunque las acerque lo más posible, solo escucho mi respiración… Pienso en mi amiga Maud, en eso que me dijo alguna vez, que según los tibetanos la muerte es una oscuridad profunda que dura no me acuerdo cuántos días y que por eso había que meditar para soportar ese tiempo de espera antes de volver a reencarnar.

Los minutos parecen interminables en este escondite debajo de la superficie, la ansiedad va y viene, asusto los pensamientos pesimistas y me concentro en sentir el agua, ver con algo diferente a la mirada, cuando empiezo a disfrutar se hace de nuevo la luz…

Así este preámbulo en que aguzo los sentidos para que el sonido de las olas me aleje del malestar. Ya solo faltan 16 horas con 15 minutos para recuperar el equilibrio.

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